La inteligencia artificial (IA) está transformando el mundo con avances en búsqueda, predicción climática y automatización. Sin embargo, su creciente popularidad trae consigo un desafío ambiental significativo: el consumo masivo de recursos energéticos y agua por parte de los centros de datos. Estas infraestructuras, esenciales para el funcionamiento de herramientas como ChatGPT, generan un impacto que amenaza con agravar la crisis climática.
Centros de datos: gigantes hambrientos de energía y agua
En 2022, los centros de datos consumieron aproximadamente 460 teravatios-hora (TWh), comparable al consumo energético de países como Francia. Las proyecciones son alarmantes: para 2026, la demanda podría superar los 1.000 TWh, impulsada por la expansión de la IA. Este consumo no solo impacta en términos de electricidad, sino también de agua potable. Entrenar modelos como ChatGPT puede requerir hasta 700.000 litros de agua, y realizar entre una y 50 consultas gasta aproximadamente dos litros.
En América Latina, proyectos como el centro de datos de Google en Montevideo, Uruguay, plantean interrogantes sobre su sostenibilidad en una región donde la escasez de agua es una preocupación creciente. En Colombia, aunque los centros de datos dedicados exclusivamente a la IA aún son escasos, la expansión de la infraestructura digital augura desafíos similares en el futuro cercano.
La energía detrás de la IA: ¿solución o problema?

Según Camilo Prieto, profesor de la Facultad de Ingeniería de la Pontificia Universidad Javeriana y experto en energía nuclear, el gran reto de la IA es independizarse de las energías fósiles. Aunque algunas empresas tecnológicas han optado por fuentes renovables como la solar y la eólica, estas no siempre son fiables, lo que ha llevado a implementar sistemas híbridos que aún dependen de combustibles fósiles.
«Google y Microsoft están empujando la energía nuclear como una solución. Los reactores modulares pequeños y los microreactores pueden proporcionar un suministro continuo y de bajas emisiones», señala Prieto. Esta transición hacia la energía nuclear podría ser clave para países como Colombia y Chile, que buscan avanzar en la descarbonización de sus industrias tecnológicas.
Sin embargo, no todo se centra en la energía. El método más común de refrigeración en centros de datos, basado en evaporación, genera un desperdicio masivo de agua potable. En Estados Unidos, los centros de datos más grandes consumen anualmente hasta 513.000 millones de litros de agua, equivalentes al consumo de 4,7 millones de familias en un año.
El impacto en Colombia: un futuro incierto
En Colombia, el uso de agua potable para enfriar centros de datos podría intensificar la presión sobre los recursos hídricos a medida que crezca la infraestructura tecnológica. «Es insostenible utilizar agua potable en regiones donde este recurso es limitado. Es urgente desarrollar tecnologías que empleen aguas residuales tratadas o métodos alternativos de refrigeración», advierte Prieto.
La adopción de energías limpias, especialmente la nuclear, aparece como una oportunidad para reducir las emisiones y mitigar el impacto ambiental. Sin embargo, alcanzar esta meta requiere colaboración entre gobiernos, empresas tecnológicas y el sector académico.
Una reflexión necesaria
Mientras las soluciones tecnológicas avanzan, es vital que los usuarios sean conscientes del impacto ambiental asociado al uso de herramientas digitales. También es indispensable exigir mayor transparencia y compromiso sostenible por parte de las grandes corporaciones tecnológicas.
El costo de la tecnología no debe comprometer el futuro del planeta. La sostenibilidad no es una opción, sino una responsabilidad compartida. ¿Estamos listos para asumirla?