Aunque la digitalización avanza a pasos acelerados, cuatro de cada diez colombianos aún permanecen por fuera del sistema financiero formal, según el Índice de Inclusión Financiera de Credicorp. En un país donde ahorrar, pedir un crédito o invertir sigue siendo un privilegio para pocos, el acceso digital comienza a transformar las reglas del juego. Hoy, con un celular, millones de personas pueden conectarse al sistema financiero sin sucursales, trámites interminables ni la intermediación tradicional de la banca. Más que una moda tecnológica, se trata de una de las herramientas más prometedoras para ampliar la bancarización en Colombia.
La experiencia regional muestra su potencial. Brasil se convirtió en referente con el lanzamiento de PIX en 2020: más de 70 millones de personas lo usan para hacer pagos instantáneos y gratuitos. El sistema redujo el uso del efectivo, abrió oportunidades económicas en zonas rurales y facilitó el acceso a servicios financieros para poblaciones antes marginadas. Sin embargo, también dejó lecciones: la conectividad deficiente, la baja alfabetización digital y la desconfianza en las plataformas siguen siendo barreras profundas.
En Colombia, iniciativas como Bre-B avanzan en esa misma dirección: transferencias inmediatas y sin costo entre bancos y billeteras digitales. Pero el verdadero impacto de la digitalización no está solo en cómo se paga, sino en lo que se habilita alrededor: acceso a crédito, inversión, ahorro y la posibilidad de construir patrimonio.
El reto sigue siendo estructural. El 40% de los colombianos no accede a servicios bancarios formales, según Credicorp. Esto demuestra que la digitalización, aunque necesaria, debe complementarse con educación, regulación y estrategias de inclusión. Para muchas personas, representa la primera oportunidad de ahorrar en productos formales o acceder a un préstamo sin recurrir a intermediarios informales.
“La digitalización financiera no solo implica tecnología, requiere crear condiciones para que más personas accedan y tomen decisiones sobre su dinero de forma informada. Es esencial combinarla con programas de alfabetización, educación financiera diferenciada e infraestructura que permita la conectividad”, explica Catalina Morales, gerente de Sostenibilidad – Vertical Social de Credicorp.
Los expertos destacan tres frentes prioritarios:
- Educación financiera y digital: no basta con acceso, se necesita comprensión. Los usuarios deben aprender a proteger su información, identificar fraudes, entender los términos de un crédito y tomar decisiones informadas. Sin alfabetización, incluso las plataformas más avanzadas pueden quedarse cortas.
- Acceso a crédito para segmentos excluidos: entidades como Mibanco ya ofrecen microcréditos digitales basados en modelos alternativos de evaluación, dirigidos a trabajadores informales, pequeños comerciantes o familias rurales. Gracias a la digitalización, estos productos llegan de manera ágil, remota y con montos ajustados a la realidad de cada usuario.
- Ahorro e inversión accesibles: plataformas como Tyba han permitido que los usuarios comiencen a invertir desde un dólar, con herramientas sencillas y 100% digitales. Estos mecanismos, antes reservados para sectores bancarizados o de altos ingresos, hoy se amplían a nuevos públicos, impulsando el uso activo del sistema financiero y cerrando brechas de bienestar.
El desafío es claro: no basta con multiplicar aplicaciones. Es necesario fortalecer la regulación, proteger a los usuarios y diseñar servicios pensando en quienes han estado históricamente por fuera del sistema. De lo contrario, la digitalización corre el riesgo de ampliar desigualdades en lugar de reducirlas.
“Colombia tiene la oportunidad de aprender de modelos como el brasileño, pero también de ir más allá. La clave no está en replicar una herramienta, sino en construir un sistema financiero digital accesible, seguro y útil para todos. La tecnología ya está disponible. El reto ahora es hacerla funcionar para quienes más la necesitan”, concluye Morales.