En medio de cuestionamientos institucionales, Ecopetrol anunció la viabilidad comercial del campo petrolero Lorito, ubicado en el Meta, uno de los hallazgos más significativos de la última década en el país. Según la compañía, el yacimiento contiene aproximadamente 2.154 millones de barriles de crudo in situ, de los cuales podrían recuperarse unos 250 millones, lo que representa un impulso estratégico para sus reservas.
El campo, descubierto en 2022 y actualmente en fase temprana de producción con cerca de 1.450 barriles diarios, aún requiere procesos clave como la consulta previa con comunidades locales y la obtención de licencias ambientales. Se espera que su desarrollo total se extienda por lo menos dos años.
Lorito contiene crudo extrapesado, con una densidad entre 8 y 9 grados API, lo que implica desafíos técnicos relevantes. La profundidad estimada del yacimiento es de 2.500 metros, y su explotación demandará tecnologías especializadas para mejorar la eficiencia y reducir el impacto ambiental.
Este avance llega en un momento delicado para la petrolera estatal, cuyo presidente, Ricardo Roa Barragán, enfrenta cuestionamientos por su rol en la campaña presidencial de 2022. La validación del potencial de Lorito representa una señal positiva en medio de la incertidumbre institucional que rodea a la empresa.
Actualmente, Ecopetrol reporta reservas totales cercanas a los 2.035 millones de barriles. La incorporación de Lorito permitiría fortalecer la autosuficiencia energética del país y dar respaldo a sus planes de transición energética, que incluyen una producción más sostenible y la exploración de nuevas fuentes, sin abandonar del todo los hidrocarburos.
El hallazgo también revive el debate sobre el papel del petróleo en la política energética nacional. Mientras el Gobierno promueve una reducción gradual de la dependencia fósil, la magnitud del yacimiento refuerza la necesidad de equilibrar los objetivos de sostenibilidad con la seguridad energética y la generación de ingresos fiscales.
Con Lorito, Ecopetrol gana tiempo y margen de maniobra en un contexto complejo. Sin embargo, el verdadero reto está por venir: ejecutar el desarrollo técnico y social del proyecto, sin perder de vista la presión pública sobre su gestión interna y su papel en la agenda ambiental del país.
