A pesar de que su producción es legal en Colombia desde 2018, aún existen trabas para comercializar productos de cannabis. Esto tiene en cuidados intensivos a un sector ahogado por la burocracia. Mientras tanto el mercado informal abunda. Ojo: empiezan a abrirse puertas para regular el cannabis recreativo, y no se puede caer en los mismos errores.
Por: Juan Sebastián Morales Correa @Juansemo
“Siga la dama, siga el caballero. Hoy le traigo el ungüento de marihuana para el dolor de calabacín, que al dolor le pone fin”, canta en un tono no tan afinado un hombre que cruza con canasta en mano el Park Way bogotano, en la localidad de Teusaquillo.
Como este, se ven hoy por toda la ciudad, por todo el país y por todas las redes sociales, distintos productos relacionados al cannabis, casi todos ellos, pertenecientes al mercado informal.
Y es que lo que hace 6 años se veía como una “fiebre por el oro verde”, se ha venido apagando paulatinamente. A pesar que su producción industrial es legal desde el 2018 (Decreto 811 de 2018), los rezagos burocráticos han impedido la exportación del cannabis, el desarrollo de productos, e incluso, su comercialización en el mercado interno.
“Hoy en día la situación del sector es crítica”, indica Miguel Samper Strouss, presidente de la Asociación Colombiana de Industrias de Cannabis (Asocolcanna).
“Yo diría que esta industria está en cuidados intensivos. De 1300 empresas licenciadas (aptas legalmente para el mercado), tan solo 950 reportaron algún grado de actividad en el año 2021. Y en las proyecciones y que hemos hecho, tan solo 700 empresas reportaron actividad durante el 2022”, señala.
Esto significa que aproximadamente el 40% de esta industria ya cerró sus puertas, que les tocó quebrar, siendo la mayoría emprendedores pequeños que han tenido que cerrar sus puertas.
“Otra cifra muy diciente del porque estamos en cuidados intensivos, es que de 57.000 hectáreas con licencia de cultivo de cannabis psicoactivo y no psicoactivo, sólo el 1%, es decir, 550 hectáreas, están siendo sembradas”, añade.
“Las expectativas se empezaron a caldear desde hace 6 o 7 años. Se alababan nuestras condiciones geográficas y naturales para el cultivo. Pero la implementación se demoró en llegar. Hoy, seis años después, no se ha despegado y ni siquiera tenemos el ‘know how’ del producto”, dice Luis Mesa, actor que se ha convertido en uno de los voceros más reconocidos del tema tras su interés e investigación desde hace casi dos décadas.
“El cannabis se ha sido visto por demasiado tiempo como algo negativo, como un tema prohibido. Mientras eso pasaba acá, en Estados Unidos, por ejemplo, se veía al cultivador como un empresario o empresaria al que se le invertía en su tecnología”, asegura Paola Correal, empresaria colombiana de Goldenland Group, una Pyme del sector.
Tanto Correal como Mesa indican que en el país nos falta tecnología e investigación para estar a la par de mercados que se han desarrollado por muchos años. “Ese rezago no se solucionan con plata sino con estudio”, dice Paola.
A esta cruda radiografía hay que poner de contexto la composición de la industria. El 95% de las compañías que hacen parte de Asocolcanna son catalogadas como microempresas.
“El 4% catalogadas como pequeñas, y tan sólo el 0,3% son empresas medianas. Aquí no hay ningún actor colombiano de la industria que sea lo suficientemente relevante como para ser catalogado como un jugador grande”, cuenta Samper.
Saliendo de los sótanos
Es entonces como si el cannabis empezara a salir de los sótanos en los que siempre estuvo, pero muchos de los avances y el manejo del mercado exportador lo tienen las empresas que han venido de afuera.
“Lo que nos pasa es que es como si estuviéramos jugando El Mundial de fútbol y no tenemos Liga interna”, comenta el presidente de Asocolcanna.
Él hace referencia a que varias de las empresas que están exportando productos no han podido competir en el mercado medicinal por una razón muy sencilla: los requisitos para registrar medicamentos a base de cannabis son supremamente difíciles de tramitar.
“Ya estamos trabajando con el Invima en la consecución de un mecanismo ‘fast track’ para hacer ese registro más eficiente, esto en la lista de medicamentos a base de plantas para registrar fitoterapéuticos”, agrega el agremiado.
Pero hasta el momento, en Colombia sólo tenemos cinco registros medicinales registrados en el Invima y todos son importados, o los que se producen en Colombia importan el 100% de la molécula sintética del CBD. Crece entonces el interrogante: ¿Cómo no vamos a permitir el registro de productos hechos con materia prima Colombia?
El “mercado gris”
En el campo industrial, la lentitud también ha reinado. “Yo he visto aguas, gaseosas, chocolates, todo con cannabis incorporado, pero que no se pueden vender acá porque la reglamentación de consumo aún no se ha expedido”, pone sobre la mesa Samper.
Esto ha disparado al mercado informal, donde no existe ningún grado control ni de certeza para los consumidores. Es decir, lo que no ha salido de los sótanos es la comercialización del cannabis.
Así como aquel vendedor del ungüento “para el dolor de calabacín”, existen hoy miles. Luis Mesa apunta: “el mercado ilegal o gris, que llaman ahora, está repleto de gotas, extractos y productos que prometen curar todo y hasta hacer crecer el pelo. Obviamente no cumplen los estándares higiénicos, pues no se sabe cómo se han creado”.
“Hoy mucha gente está viviendo en el mercado gris, y ahí hacen su capital. Quienes han apostado por la legalidad absoluta no despegaron. Para que cualquier reglamentación efectiva funcione y el mercado florezca, tiene que haber un aplacamiento de esa actividad ilegal”, asegura Mesa.
Lo cierto es que salir de esas sombras se traduciría hoy, para quienes manejan ese “mercado gris”, en menos utilidades. Asumir el pago de ARL, EPS y demás exigencias de ley, así como difíciles trámites sanitarios, es algo que seguramente ni consideran.
“Hoy estamos parados en un contexto donde un paciente que quiere acceder a los productos difícilmente los tiene. O bueno, legalmente”, añade Mesa.
Tanto Correal, como Mesa y Samper coinciden en algo: las leyes diseñadas en Colombia para la industria del cannabis son de las mejores qué hay en el mundo. Ejemplo es que casi en ninguna parte se puede importar flor seca y TSH. La traba ha sido la paquidérmica reglamentación, sobre todo en el gobierno anterior.
“No podemos terminar en un negocio que favorezca solo a unos pocos, que son los que tienen el capital para poder acceder a los permisos y requisitos del gobierno. Un escenario donde a los pequeños nacionales nos compren a $300 pesos el gramo y los grandes internacionales lo vendan a $5 dólares”, señala un pequeño empresario que prefiere mantenerse anónimo.
Lo que viene: el uso adulto y recreativo
Colombia entonces se montó en la locomotora de esta industria, pero hoy sigue sentada en los vagones de atrás.
“Ojalá eso no nos pase cuando se regule el uso adulto. Estoy convencido que el gobierno Petro lo va a sacar adelante, y cuando se regule este uso adulto, vamos a ser el tercer país del mundo en hacerlo, tras Canadá y Uruguay”, indica el responsable de Asocolcanna.
Muchas de las empresa, incluso, no se han dejado quebrar mientras esperan que se legisle el uso recreativo. Pero Samper lanza una advertencia: “debemos esperar que se construya un marco normativo bien hecho”.
“No solo se debe traer a la legalidad el mercado ilegal, sino que es muy importante darle un enfoque de salud pública a esta legislación”, comenta Luis Mesa.
“No basta con imaginarse un escenario legal con dispensarios en centros comerciales y en sitios acomodados. No, los legisladores tienen que pensar en los barrios pobres, que es donde más se consume. Ellos tienen que legislar pensando en la realidad”, agrega el actor.
Sea como sea, en Colombia por fin empezamos a enfrentarnos en el mercado a uno de los momentos bisagra para resolver una deuda social que ha sido histórica. Y hasta ahora, el tema va trabado.