Ninguna organización puede permitirse comprometer valores esenciales e inquebrantables como la ética y la integridad corporativa. Lo tengo muy claro al ser parte de una industria que así lo demanda, por sus altos estándares de cumplimiento, como lo es la farmacéutica. Si esto no fuera así, en este caso, no solo el bienestar de los pacientes estaría en peligro, sino también las instituciones tendrían impactos negativos en su reputación corporativa y cultura organizacional; en pocas palabras, su éxito sostenible estaría en riesgo.
En primer lugar, si una organización sigue sus códigos éticos y de cumplimiento, su reputación corporativa se ve impactada positivamente, obteniendo credibilidad y prestigio. La integridad es fundamental para ganar la confianza de consumidores, inversores y socios comerciales, lo cual se traduce en lealtad a largo plazo y en un aumento del valor de la marca. Este aspecto es especialmente significativo para las empresas farmacéuticas, que, a pesar de contar con un buen porcentaje de la credibilidad de las personas, han experimentado una caída de tres puntos porcentuales en el último año, en la confianza que generan, ubicándose en el 73%, según el Edelman Trust Barometer 2024.
Además, cuando una organización trabaja en estos valores y los promueve internamente, su cultura organizacional mejora, generando un sentido de pertenencia hacia su compañía. Esto requiere de compromiso constante y una estrategia robusta en la que se involucren a los colaboradores de la empresa, proporcionándoles formación y herramientas. Lo anterior es clave porque, como lo indica el Global Integrity Report 2024 de EY, el 54% de sus encuestados afirma que el hecho de que los empleados no comprendan las políticas y la falta de recursos internos para gestionar actividades de cumplimiento crea oportunidades para que aquellos desconozcan y transgredan estándares de integridad.
Por si fuera poco, las organizaciones que se destacan por sus buenas prácticas de ética e integridad corporativa tienen un impacto positivo en sus resultados financieros, debido a que logran reducir riesgos; identificar amenazas legales y regulatorias; y aumentar la moral y productividad de sus empleados, permitiendo que estos se sientan seguros y valorados. Igualmente, aquello impulsa la innovación y sostenibilidad gracias a las correctas decisiones que se toman a largo plazo, considerando el bienestar de la sociedad y el medio ambiente. Como lo mencionó Ethisphere Institute en 2020, las compañías que reconoció en su lista de Empresas Más Éticas del Mundo superaron el índice de capitalización estadounidense en un 13,5% en un periodo de cinco años.
Para lograr un acertado y sólido programa de ética y compliance se deben implementar buenas prácticas con un enfoque integral, que logren permear tanto la cúspide de una organización (tone at the top) hasta cada empleado de ella. Sin duda, es esencial que exista un compromiso genuino de los líderes, que con su ejemplo establecen un tono ético en toda la institución; capacitación continua, que aborde casos reales que los trabajadores enfrentan en su día a día; comunicación abierta y transparente, que fomente un ambiente de seguridad en el que los colaboradores se sientan respaldados para reportar cualquier irregularidad; y una evaluación constante, que les permita mejorar siempre.
En conclusión, la ética y la integridad corporativa no son solo pilares fundamentales para el éxito sostenible de cualquier organización, sino también elementos esenciales para mantener la confianza y credibilidad en la industria farmacéutica. Al adherirse a estos valores, las empresas no solo protegen el bienestar de los pacientes, sino que también fortalecen su reputación y cultura organizacional. La implementación de un programa robusto de ética y cumplimiento, respaldado por un liderazgo comprometido y una comunicación transparente, es clave para fomentar un ambiente de trabajo seguro y productivo, impulsando así la innovación y la sostenibilidad a largo plazo.