Colombia es un país con hambre. Los altos índices de desnutrición y las escalofriantes cifras de víctimas por esta causa dan cuenta de una dolorosa realidad que acecha sin contemplación a varias familias colombianas.
Son 19,6 millones de personas las que no tienen para las tres comidas básicas del día y más de 560.000 niños y niñas los que sufren de desnutrición crónica, de acuerdo con la última Encuesta Nacional de Situación Nutricional en Colombia.
Factores asociados con la desigualdad, la guerra, la violencia, el desperdicio de alimentos y la falta de educación, son las principales causantes que impiden el acceso a alimentos dignos para todos.
Este problema exige más actuación y menos retórica por parte de todos para lograr la concertación de acciones articuladas que permitan brindar una atención adecuada ante la grave problemática.
La lucha contra el hambre es una batalla que nos compete a todos como sociedad. La generosidad es una vacuna para un presente digno y un futuro con oportunidades. Por eso, al establecer sinergias con aliados empresariales, logramos que nuestro propósito se materialice en la región e impacte a quienes realmente más lo necesitan.
Desde los Bancos de Alimentos y con la ayuda de multinacionales como Kellogg, hemos unido esfuerzos y sumado voluntades, para ayudar a familias en situación de vulnerabilidad, con el propósito de brindarles el alimento que necesitan para poder vivir y mejorar sus condiciones de vida.
En los últimos tres años, hemos donado más de 4 millones de porciones de alimentos, logrando beneficiar a 5.700 niños y niñas en las ciudades de Bogotá, Barranquilla, Bucaramanga, Cali, Medellín y Pereira, con nuestro programa ‘Desayunos saludables’, el cual tiene el objetivo de entregar un desayuno completo de: cereal, leche y fruta.
A pesar de los esfuerzos realizados, sabemos que las acciones implementadas siguen siendo limitadas y se encuentran muy lejos de resolver la creciente crisis de desnutrición. Por eso, siendo octubre el mes de la alimentación, debemos poner el hambre como uno de los temas en los primeros lugares de la agenda pública, porque solo así podremos construir un país, y un mundo, donde la alimentación se priorice como el derecho que es y no como un privilegio.