Tras siete ofertas y US$2.900 millones invertidos, Gilinski posee el 39% de Sura y, junto con sus socios de Abu Dhabi, el 31,5% de Nutresa. Tiene puestos en el consejo de administración de ambas empresas, pero carece de mayoría.
Una de las batallas de adquisición más amargas de América Latina se dirige a los tribunales después de 14 meses de ofertas hostiles y difamación, en una lucha que enfrenta a la alianza empresarial más poderosa de Colombia contra un depredador multimillonario.
Así lo advierte un artículo del Financial Times al describir la batalla por las OPA entre el Grupo Empresarial Antioqueño y el Grupo Gilinski, en la cual están en juego US$20.000 millones en activos, el futuro del mercado de valores local y la calidad del gobierno corporativo con el que se manejan las compañías allí listadas.
Tal como lo menciona el diario, todo comenzó cuando Jaime Gilinski realizó, en septiembre de 2021, una oferta por Nutresa en asociación con la familia real de Abu Dhabi.
“Cuando Gilinski siguió con sus propias ofertas para intentar hacerse con el control del conglomerado financiero Sura y de la cementera Grupo Argos, quedó claro que su objetivo era desbloquear una red de participaciones cruzadas que protegían al trío de licitadores hostiles. Esto daría a Gilinski el control de activos por valor de más de la mitad del mercado de valores del país”.
La nota recuerda que aunque los pequeños accionistas y los fondos de pensiones vendieron rápidamente, tentados por una gran prima sobre unos precios de las acciones que llevaban años registrando malos resultado, los inversionistas más importantes, entre ellos familias adineradas de Medellín, la segunda ciudad de Colombia, se negaron.
“Esto, unido a las participaciones cruzadas, ha impedido hasta ahora la victoria de Gilinski”.
Peor aún, a medida que la batalla se ha intensificado, las acusaciones de influencia indebida, amenazas, gobierno corporativo laxo y cobertura mediática sesgada, han ido sobrevolando entre los Gilinski y el trío de conglomerados, conocidos colectivamente como el Grupo Empresarial Antioqueño, o GEA.
Hoy, tras siete ofertas y US$2.900 millones invertidos, Gilinski posee aproximadamente el 39% de Sura y, junto con sus socios de Abu Dhabi, el 31,5% de Nutresa. Tiene puestos en el consejo de administración de ambas empresas, pero carece de mayoría. La oferta de Argos se abandonó el pasado mes de julio.
«Por el momento, Gilinski . . no controla nada», dijo al Daniel Guardiola, analista de BTG Pactual en Bogotá. «Y uno no invierte más de US$2.500 millones para no controlar nada».
Gilinski, de 65 años, ha construido un imperio valorado en US$4.200 millones por Forbes, que incluye uno de los mayores desarrollos inmobiliarios de Panamá y una participación en el Metro Bank del Reino Unido. Las ofertas de GEA son su movimiento más audaz hasta la fecha.
Gilinski y su hijo Gabriel, de 35 años, que trabaja con él, afirman que su objetivo es liberar valor desmantelando las participaciones cruzadas y mejorando la rentabilidad.
«La estructura de participaciones cruzadas, en la que los directivos se eligen entre sí y a sus consejos, conduce a una falta de responsabilidad y transparencia», señaló Gabriel Gilinski al Financial Times.
«Este grupo de empresas perdió el 80% de su valor de mercado durante la década anterior a las ofertas públicas de adquisición. Su valor de mercado combinado pasó de US$27.000 millones a US$7.000 millones».
Por ahora, la batalla se ha vuelto jurídica. Sura y Argos han conseguido que se declare inválida la votación del consejo de administración de Sura para vender su participación en Nutresa, pero la Fiscalía está investigando las acusaciones de que se influyó indebidamente en la justicia.
Los reguladores están investigando si GEA actúa como un «grupo económico». De ser declarado como tal, se vería obligado a fusionar las entidades que lo componen o perdería el poder de voto de las participaciones cruzadas, dejando de existir en su forma actual.
Sin embargo, en el tortuoso sistema jurídico colombiano, los casos podrían tardar varios años en resolverse y algunos creen que es más probable una solución negociada.
En cualquier caso, el resultado de la batalla por la adquisición decidirá el futuro de la alianza empresarial más poderosa del país y podría convertir a los Gilinski en los actores dominantes de la banca colombiana.
Si los objetivos de la OPA terminan siendo privatizados – algo que los Gilinski dicen que no ocurrirá – el mercado de valores del país quedaría reducido a una masa apenas viable.