En la gestión de las familias empresarias donde a veces los intereses individuales entran en conflicto con los colectivos, surgen desafíos que amenazan el legado familiar. En esta ocasión, exploraremos la «Teoría de la estupidez» de Carlo Cipolla para analizar desde una perspectiva diferente cómo afecta a las familias empresarias y qué lecciones podemos extraer de sus dinámicas. A través de un caso, exploraremos cómo las estrategias basadas en esta teoría pueden ser una ayuda que guíe hacia aguas más tranquilas y exitosas.
En 1988, Carlo Cipolla abordó la estupidez humana en su controvertida obra «Allegro ma non troppo,» presentando cinco leyes fundamentales. La primera nos alerta sobre nuestra tendencia a subestimar la prevalencia de la estupidez en la sociedad, recordándonos que estamos rodeados de individuos cuyas acciones desafían la lógica. La segunda desmitifica la estupidez al afirmar que no está vinculada a ninguna otra característica personal, subrayando su universalidad. La tercera define a una persona como estúpida si causa daño a otros sin obtener beneficio personal, resaltando la auto destructividad de esta categoría. La cuarta destaca la limitada perspicacia de las personas no estúpidas al enfrentarse al potencial dañino de los estúpidos, advirtiendo sobre los costos de subestimar esta fuerza. La quinta ley culmina resaltando la peligrosidad intrínseca de la estupidez, colocándola en la cúspide de la amenaza humana.
A partir de la tercera ley, Cipolla introduce dos factores cruciales para entender la conducta humana: los beneficios y pérdidas que un individuo se causa a sí mismo y los beneficios y pérdidas que un individuo causa a los demás. De esta dualidad nace una perspicaz matriz de comportamiento humano, que clasifica a las personas en cuatro grupos distintos: 1) Los inteligentes, quienes benefician a los demás y a sí mismos; 2) los Incautos o desgraciados, quienes benefician a los demás pero se perjudican a sí mismos; 3) Los estúpidos, quienes perjudican a los demás y a sí mismos; y 4) Los Malvados o bandidos, quienes perjudican a los demás pero se benefician a sí mismos. Desde una perspectiva estrictamente económica y utilitarista, Cipolla sostiene que un malvado es preferible a un estúpido, ya que las acciones del malvado al menos conllevan el intercambio de bienes, mientras que las acciones de los estúpidos no presuponen beneficio alguno para nadie.
Permítanme ilustrar la teoría de la estupidez con un caso que presencié hace algunos años en una familia en proceso de sucesión. El fundador de una holding familiar multilatina, decidió poner a competir a sus dos hijos, estableciendo de manera muy simple y peligrosa, que el que lograra mayor éxito económico en alguna de sus unidades, sería el elegido para liderar la empresa. A cada hijo se le asignó una unidad de negocio similar para demostrar sus habilidades. El hijo mayor, con un enfoque orientado a la innovación y a la conquista de nuevos mercados con prácticas poco sanas para alcanzar negocios grandes con el estado, adoptó una actitud egoísta y malévola, siendo clasificado inequívocamente como malvado en la matriz de comportamiento humano. Su prioridad en el beneficio personal, sin consideración por el daño causado a otros, generó tensiones con el personal en especial con su hermano menor y dañó el ambiente laboral, afectando las relaciones aunque con unas ganancias extraordinarias.
En contraste, el segundo hijo, más arraigado en prácticas tradicionales familiares, se sumió en una competencia feroz. Aunque estaba dispuesto a sacrificarse, para tratar de enseñarle valores a su hermano, tomó decisiones para afectarlo al interior y el exterior de la empresa, además de no prestar mucha atención a su unidad de negocio, sino a como lograba que su hermano no hiciera negocios con el Estado, lo que resultó en pérdidas generalizadas y autodestructivas para la empresa. A través de prácticas insensatas, sacrificó su propio bienestar para demostrar su posición. Su falta de visión estratégica y el deseo de perjudicar a su hermano mayor tuvieron repercusiones negativas en los resultados globales de la empresa. Este caso ejemplifica cómo la rivalidad entre hermanos, marcada por la malicia y la estupidez, puede desencadenar una competencia desleal que socava la estabilidad y el éxito sostenible de la empresa.
Para abordar la compleja situación entre los hermanos, el fundador decepcionado de sus hijos pero a la vez víctima de su propio invento de proceso de sucesión, decidió consultarnos y después de analizar la complejidad, se propusieron varias estrategias. En primer lugar, se sugirió la realización de sesiones de mediación con el propósito de facilitar un entendimiento mutuo y mejorar la comunicación entre ambos, buscando mitigar la hostilidad y promover un ambiente colaborativo. Además, se destacó la importancia de desarrollar habilidades interpersonales para fortalecer la relación y mejorar la dinámica de trabajo. Asimismo, se abogó por un buen gobierno corporativo, incorporando miembros independientes que ofrecieron perspectivas objetivas y estrategias efectivas basada en valores y principios para superar las tensiones. Una evaluación del desempeño, centrada en las habilidades de liderazgo y gestión de ambos hermanos, reveló áreas de mejora y puntos de convergencia. Finalmente, se propuso una revisión conjunta de las estrategias individuales, buscando identificar áreas de coincidencia y se estableció una visión compartida con un propósito común para el futuro de la empresa. La claridad en los objetivos comunes no solo pudo mitigar la competencia destructiva, sino también dirigir los esfuerzos hacia el éxito colectivo, allanando el camino hacia la estabilidad y el crecimiento sostenible.
Este caso, subraya la importancia de abordar la teoría de la estupidez en las familias empresarias. Con intervención consciente, mediación y enfoque en el beneficio colectivo, es posible superar los desafíos y construir un futuro sólido para la empresa y la familia. La comprensión de estas dinámicas respaldada por la teoría de la estupidez de Cipolla se convierte en una herramienta interesante para navegar las complejidades de las relaciones y la toma de decisiones en este contexto empresarial específico. Además, resalta la necesidad imperativa de una junta directiva con miembros externos independientes para supervisar y guiar el proceso de sucesión, evitando posibles situaciones de autodestrucción.