En el vertiginoso mundo de los negocios familiares, hay un desafío crítico que a menudo se pasa por alto: cómo asegurar que los fundadores de una empresa puedan disfrutar de un retiro digno sin comprometer la continuidad del negocio en manos de la siguiente generación. Este artículo abordará un tema fundamental en esta área: el «mínimo vital» que deben recibir los fundadores de una familia empresaria. Para ilustrar este concepto y sus implicaciones, presentaremos el caso de los González, una familia empresaria que se enfrentó a esta encrucijada.
Hace dos años, se me encomendó la tarea de liderar un proceso de protocolo familiar para los González (nombre ficticio), una familia empresaria que había traspasado el poder a la segunda generación. A pesar de tener un conocimiento sólido sobre los aspectos legales de la sucesión, incluida la mencionada opción de “acciones de oro” por parte de un abogado, los González se resistían a aceptar un enfoque que dividiera la propiedad familiar, algo que la legislación civil colombiana imponía al distribuir por igual la herencia entre los hijos biológicos tras el fallecimiento de los fundadores.
Los González anhelaban mantener unida la propiedad, considerándola como el fruto de años de trabajo arduo y esfuerzo conjunto. Por lo tanto, buscaron la asesoría de un experto en familias empresarias para explorar alternativas a la división tradicional de la propiedad. En respuesta a su búsqueda, se les recomendó considerar una legislación distinta de la civil, específicamente la legislación común, que ofrecía la ventaja de no imponer herederos forzosos. Además, se propuso la idea de dejar una carta de instrucciones detallando cómo deseaban que se administrara el patrimonio que habían construido con tanto empeño. Este enfoque permitiría a la familia preservar la integridad de su propiedad de manera indefinida, con los miembros siendo beneficiarios en lugar de propietarios. Así podrían disfrutar y hacer crecer ese patrimonio, con la intención de pasarlo a las generaciones futuras en una forma aún más robusta y próspera.
Sin embargo, surgió un desafío: la creación de las normas para este fideicomiso internacional que garantizara sus deseos. Esta área no les había sido enseñada previamente, excepto por algunos conocidos norteamericanos y europeos que les habían mencionado los “trusts” y las “fundaciones de interés privado”. La preocupación por cómo elaborar la carta de instrucciones era palpable.
Después de numerosas reuniones, se llegó a una fórmula matemática para distribuir beneficios a los beneficiarios. Esta fórmula incluía descuentos cruciales, como el mínimo vital de los fundadores, fondos destinados a educación y salud, así como los gastos asociados a la estructura legal. Los beneficios restantes se asignaban de acuerdo a una curva basada en edades, en lugar de ramas familiares. Estas edades representaban las necesidades económicas de cada miembro, asegurando que los más jóvenes recibieran una especie de ahorro y que, a medida que alcanzaran ciertas edades, se les otorgara el beneficio correspondiente. La lógica subyacente era clara: los fundadores debían vivir de manera cómoda e inalterada para ceder el poder a la siguiente generación, quienes asumirían los riesgos del negocio.
Para determinar el mínimo vital, se consideraron diversos aspectos: vivienda, servicios, impuestos prediales, alimentación, personal de servicio, conductores, club social, cuidado médico, ocio, vehículos, otros impuestos y otros gastos detallados. La implementación del protocolo requeriría un decreto reglamentario específico, ya que algunas de estas eran costos que la empresa cubría, mientras que otras no.
Finalmente, se estableció una oficina familiar encargada de gestionar todos los gastos, garantizando así el mínimo vital que sería actualizado con el índice de precios al consumidor (IPC). De los dividendos totales a distribuir, se restaba el mínimo vital de los fundadores y el saldo se destinaba a la curva de edades, donde podrían disfrutar de los beneficios adicionales generados por la empresa. Este protocolo proporcionaba una estructura clara que permitía a los fundadores disfrutar de un retiro cómodo, mientras aseguraba la continuidad y prosperidad del negocio para las generaciones venideras.
El caso de los González ilustra la complejidad de preservar un legado empresarial mientras se garantiza el bienestar de los fundadores y se fomenta la continuidad del negocio. En función de este caso, se pueden extraer varias recomendaciones generales:
- Planeación estratégica familiar: La planificación anticipada es esencial. Comenzar a abordar estos temas antes de que surjan las crisis facilita la toma de decisiones informadas y evita conflictos innecesarios.
- Explorar alternativas legales: Considere opciones legales que se ajusten a los valores y objetivos familiares. En el caso de los González, explorar la legislación común fue clave para mantener la unidad de la propiedad.
- Carta de instrucciones: La creación de una carta de instrucciones clara y detallada es esencial para guiar la gestión del patrimonio. Esto ayuda a evitar malentendidos y conflictos futuros.
- Considerar el mínimo vital: Determinar un mínimo vital para los fundadores es crucial. Esto garantiza que tengan una jubilación cómoda sin poner en riesgo la empresa ni dividir el patrimonio de manera perjudicial.
- Crear una oficina familiar: La creación de una oficina familiar puede simplificar la gestión de los gastos y el mínimo vital, garantizando una distribución adecuada de los recursos.
En síntesis, el caso de los González ilustra la importancia vital de encontrar un equilibrio entre el bienestar de los fundadores y la preservación del legado empresarial en las familias empresarias. A través de una planificación estratégica anticipada, la exploración de alternativas legales alineadas con los valores familiares, la creación de una carta de instrucciones detallada, la consideración del «mínimo vital» y la institución de una oficina familiar, este caso demuestra que es posible garantizar que los fundadores disfruten de un retiro cómodo mientras se mantiene la continuidad y prosperidad del negocio para las futuras generaciones.