El conflicto armado y la crisis humanitaria en la región del Catatumbo han obligado a miles de familias a abandonar sus hogares en busca de seguridad. Sin embargo, en medio del desplazamiento forzado, hay una problemática que pasa desapercibida: el destino de sus mascotas.
Para muchas familias, sus perros y gatos son parte fundamental de su vida, pero las difíciles condiciones del desplazamiento hacen que llevarlos consigo no siempre sea una opción. La falta de transporte, la prohibición de animales en algunos albergues y la incertidumbre sobre el futuro obligan a muchos a dejarlos atrás, en un acto de despedida doloroso y forzado.
Organizaciones locales han comenzado a documentar esta crisis silenciosa. En los últimos meses, se han reportado cientos de casos de mascotas abandonadas en veredas y pueblos semivacíos. Algunos sobreviven con la ayuda de vecinos que permanecen en la zona, mientras que otros son rescatados por fundaciones de bienestar animal que trabajan con recursos limitados.
«Nos encontramos con perros esperando en las puertas de sus casas vacías, sin entender que sus dueños ya no volverán», relata un voluntario de una fundación que opera en la región. «Estamos haciendo lo posible por reubicarlos, pero no damos abasto».
La falta de apoyo institucional agrava la situación. Actualmente, no existe un protocolo claro para la protección de animales en contextos de desplazamiento forzado. Aunque la legislación colombiana reconoce a los animales como seres sintientes, la atención de la crisis humanitaria en el Catatumbo sigue centrada en las personas, dejando a sus mascotas en el olvido.
Ante esta realidad, algunas organizaciones han comenzado a coordinar esfuerzos para brindar refugio y alimento a estos animales. También se están promoviendo campañas de adopción en ciudades cercanas, con el objetivo de darles una segunda oportunidad a aquellos que han perdido a sus familias humanas.
La situación en el Catatumbo sigue siendo crítica y el número de desplazados continúa en aumento. Mientras tanto, las historias de estos animales abandonados son un recordatorio de que la crisis humanitaria tiene muchas caras, y que la protección de la vida, en todas sus formas, debe ser parte de la solución.