El imperativo de la humanización de la energía desde la perspectiva empresarial es un tema cada vez más relevante en el ámbito internacional. Este concepto, acuñado por el Consejo Mundial de la Energía (WEC), está cobrando mayor importancia en el cumplimiento de compromisos globales tanto para el bienestar de las personas como para la preservación del medio ambiente.
El WEC define la humanización de la energía como el proceso de involucrar a una mayor cantidad de individuos en la transición y construcción de nuevos sistemas energéticos de manera más ágil que nunca antes. Según el Índice Multidimensional de Pobreza Energética (Impe) publicado en 2023, aproximadamente una de cada cinco personas en Colombia enfrenta esta problemática, que se define como la carencia de acceso a electricidad y fuentes adecuadas para cocinar.
Sebastián González García, gerente de nuevos negocios de MGM Ingeniería y Proyectos, enfatizó la necesidad de incluir la dimensión social en las discusiones sobre la producción y el uso de energía. González destacó que las personas y las comunidades son los principales agentes de cambio en la transición energética, un aspecto que ha sido subestimado hasta ahora.
Para Daniel Díaz Toro, director ejecutivo del WEC, la humanización de la energía es fundamental para lograr transiciones energéticas sostenibles a nivel mundial. Señaló que no basta con orientar las políticas y acciones únicamente por criterios ambientales; también es crucial considerar el impacto social y la capacidad de las personas para afrontar estos cambios.
El concepto de humanización de la energía parte del «Trilema Energético» propuesto por el WEC, que busca equilibrar tres objetivos principales: seguridad energética, equidad energética y sostenibilidad ambiental. Este equilibrio no solo es un desafío, sino también la base para la prosperidad y la competitividad de cada nación.
Desde la perspectiva empresarial, trabajar en colaboración con comunidades, gobiernos y organizaciones es fundamental para liderar y acelerar la transición hacia formas de energía renovable. Esto implica que la seguridad, equidad y sostenibilidad energética deben guiar las acciones tanto de las empresas privadas como de los gobiernos.
La seguridad energética garantiza un suministro ininterrumpido de energía para satisfacer las necesidades diarias de las personas. La equidad energética, por otro lado, busca asegurar que todas las personas, especialmente las de comunidades desfavorecidas, tengan acceso a los beneficios de la energía, reduciendo las barreras económicas y físicas.
Por último, la sostenibilidad ambiental en la producción de energía implica minimizar la contaminación y las emisiones de gases de efecto invernadero para mitigar el cambio climático.
Es crucial reconocer que las respuestas energéticas deben adaptarse a diversas culturas y realidades, lo que solo se logra mediante la interacción y colaboración con las comunidades afectadas.
En resumen, la humanización de la energía implica no solo considerar aspectos técnicos y ambientales, sino también priorizar el bienestar y las necesidades de las personas en la transición hacia un sistema energético más sostenible.