Durante el primer semestre de este año, los desastres naturales han dejado un rastro desolador en todo el mundo, sumando pérdidas económicas que superan los 120,000 millones de dólares, según cifras de Swiss Re. Latinoamérica y el Caribe han sentido especialmente el impacto, con siete grandes desastres naturales registrados hasta la fecha, incluyendo incendios en Chile, sequías en Uruguay y devastadoras inundaciones en Argentina.
En el marco del Día Mundial de la Prevención de Catástrofes Naturales, resulta crucial reflexionar sobre las conclusiones reveladas en el Informe Global de Riesgos 2023, publicado conjuntamente por el World Economic Forum y Marsh Mclennan. Este informe destaca que las empresas latinoamericanas identifican los fenómenos meteorológicos extremos como la mayor amenaza para sus operaciones en la próxima década. Por lo tanto, la preparación y la construcción de resiliencia se presentan como imperativos ineludibles en una región que ha sufrido históricamente el embate de desastres naturales devastadores, dejando cicatrices profundas y costos económicos considerables.
El año pasado, las pérdidas materiales causadas por desastres naturales alcanzaron la asombrosa cifra de 270,000 millones de dólares a nivel mundial. Gran parte de estas pérdidas se concentraron en Estados Unidos y Cuba, donde el huracán Ian provocó daños valorados en más de 100,000 millones de dólares.
Además, el impacto de la inflación ha sido significativo en los últimos dos años, con un promedio del 7% en las economías avanzadas y del 9% en las economías emergentes. Este fenómeno ha resultado en un aumento en el valor nominal de edificios, equipos y otros activos asegurables.
Las consecuencias de estos desastres naturales no se limitan solo a pérdidas materiales, sino también a vidas humanas. En 2021, más de 10,000 personas perdieron la vida, mientras que las pérdidas materiales ascendieron a 280,000 millones de dólares, de las cuales solo alrededor de 120,000 millones de dólares (43%) fueron cubiertos por seguros, según datos de Guy Carpenter, líder global de corretaje de reaseguros y negocio de Marsh McLennan.
«A pesar del creciente interés de los gobiernos de todo el mundo en abordar la vulnerabilidad climática en la agenda pública y las pruebas científicas sobre el impacto de la actividad humana en el cambio climático, la realidad es que los riesgos medioambientales aún no se están identificando ni cuantificando correctamente. Como resultado, la capacidad de resiliencia y respuesta frente a crisis sigue siendo limitada», comentó Gerardo Herrera Perdomo, líder regional de Consultoría de Riesgos y Riesgos ESG para Marsh Latinoamérica y El Caribe. «El camino hacia la verdadera sostenibilidad solo es posible con una gestión adecuada de los riesgos ‘E’ «, agregó.
En este contexto, la colaboración público-privada emerge como la clave fundamental. La capacidad de anticipación, prevención, protección y respuesta frente a eventos catastróficos debe ser un compromiso conjunto para garantizar la sostenibilidad global.
«Ni el pequeño comercio, ni la gran industria, ni los gobiernos ni las personas pueden afrontar estas catástrofes por sí solos. Por ello, la colaboración se vuelve más crucial que nunca. Estamos convencidos de que una distribución adecuada del riesgo entre asegurados, reaseguradores y Estados es la mejor respuesta ante estos desafíos», aclaró Herrera.