En lo más profundo del Amazonas, en los desiertos de La Guajira o entre los ríos del Chocó, la llegada de la energía solar está cambiando la historia de miles de familias colombianas. La luz eléctrica, el agua potable y la educación digital, que antes eran un lujo impensable, hoy son parte de la cotidianidad gracias a los proyectos de energías renovables que se expanden por todo el país.
Colombia ha superado la barrera de los 3 gigavatios en capacidad instalada de fuentes renovables, en su mayoría solares, consolidándose como un referente regional. Según el informe Ser Colombia 2025: Avances en energías renovables no convencionales, esta transición ha representado más de 2.500 millones de dólares en inversión, la creación de 22.000 empleos directos y cerca de 10 billones de pesos en aportes fiscales y al sistema eléctrico. Sin embargo, el verdadero impacto se mide en las comunidades que por primera vez tienen acceso a servicios básicos.
Energía limpia contra la pobreza energética
Aún existen más de 8,4 millones de colombianos que viven en pobreza energética —el 16,1 % de la población— y un 22 % sin conexión a internet. En estas regiones, donde la red eléctrica no llega, las soluciones solares de pequeña escala se han convertido en una herramienta vital para reducir brechas sociales, mejorar la educación y fortalecer la economía local.
En este contexto se destacan las iniciativas de SunColombia, filial de SunCompany, que ha desarrollado un modelo integral de transformación comunitaria basado en tres pilares: educación, agua y energía. “La electricidad es solo el inicio. Lo verdaderamente transformador ocurre cuando esa energía se traduce en aprendizaje, salud y oportunidades”, afirma John López, gerente general de la empresa. Su estrategia combina tecnología solar con alianzas entre gobiernos locales, fundaciones y empresas privadas que cofinancian los proyectos.
Aulas Solares Interactivas: conocimiento que brilla
En más de una docena de departamentos —entre ellos La Guajira, Bolívar, San Andrés, Vichada, Amazonas y Arauca— ya funcionan 156 Aulas Solares Interactivas. Estos espacios, autosuficientes gracias a paneles solares, han beneficiado a más de 75.000 estudiantes y 1.200 docentes.
Las aulas están equipadas con pantallas táctiles, tabletas, kits de realidad virtual y bibliotecas digitales offline, lo que permite que los niños accedan a recursos educativos modernos incluso sin conexión a internet. El impacto ha sido tangible: el 82 % de los maestros reporta mejoras significativas en la calidad de la enseñanza. En lugares donde antes no había luz, ahora se imparten clases de ciencias, inglés y tecnología con herramientas digitales.
Agua potable impulsada por el sol
El acceso al agua segura también ha mejorado gracias a potabilizadoras solares modulares, capaces de producir entre 21.000 y 40.000 litros diarios. Actualmente, funcionan en regiones como Amazonas, Putumayo, Atlántico, Chocó, Guainía y La Guajira, beneficiando a más de 14.000 personas.
Estas plantas operan de manera autosostenible, con fondos comunitarios destinados al mantenimiento y programas de formación en liderazgo, especialmente femenino. Las mujeres, antes relegadas de los procesos de decisión, ahora son piezas clave en la gestión y cuidado de estas infraestructuras.
Energización rural: justicia climática y equidad social
En paralelo, la expansión de 12.600 soluciones de energía solar híbrida —entre sistemas individuales y microredes— ha llevado electricidad confiable a comunidades rurales e indígenas que nunca habían tenido acceso a la red nacional.
Además de proveer energía limpia, los proyectos incorporan capacitación en sostenibilidad, gestión energética y liderazgo comunitario, impulsando la participación activa de las comunidades y promoviendo la equidad de género. En muchos casos, estas microredes también ofrecen conectividad, abriendo la puerta a nuevas oportunidades educativas y económicas.
Un modelo sostenible y replicable
El auge de las energías renovables en zonas apartadas no solo transforma vidas, sino que también representa una oportunidad estratégica para el país. Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), cada dólar invertido en energías limpias genera hasta tres veces más empleo que los combustibles fósiles, además de reducir la huella de carbono.
En Colombia, la Ley 1715 incentiva estas inversiones con beneficios tributarios que incluyen deducciones en el impuesto de renta y la exención de IVA y aranceles para equipos renovables. Esto ha permitido que empresas privadas y gobiernos locales encuentren un punto de convergencia entre rentabilidad, sostenibilidad y desarrollo social.
Lo que comenzó como una apuesta tecnológica se ha convertido en una política de inclusión. En cada comunidad que recibe una planta solar o una aula interactiva, florece una nueva forma de esperanza. La energía del sol no solo ilumina hogares: está impulsando conocimiento, salud y futuro en los territorios más olvidados del país.

